lunes, 4 de enero de 2016

Para reflexionar

¿Es posible que los problemas para alimentarnos bien tengan relación con los problemas para nombrar nuestros afectos?

¿Podríamos estar utilizando la comida como un analgé­sico del dolor psicológico?¿Podríamos protegernos tras unos kilos de más del mie­do a ser deseadas?

¿La extrema delgadez sería un intento desesperado de eliminar la carne y las curvas que evocan lo femenino?

¿Podría un adolescente plantear una pelea con sus pa­dres por la comida para demostrarles que es dueño de su cuerpo y decide qué se mete dentro de él y qué no?

¿El aumento de los conflictos con la alimentación po­dría estar señalando que dedicamos menos tiempo a comer y también obtenemos menos placer al hacerlo?

¿El crecimiento de este tipo de conflictos podría estar relacionado con la evidencia de que se pretende acallar con comida, y de forma rápida, cualquier malestar emocional?

¿Comer demasiado o no querer comer puede ser un in­tento de buscar una solución somática a una tensión inter­na porque no se ha encontrado una solución psicológica?

¿Podrían el ansia por comer o la inapetencia interpre­tarse como un intento de restaurar un interior dañado?

¿Podríamos entender la anorexia y la bulimia como una forma de destruir el cuerpo sexuado y borrar las formas que lo evocan?

Estas preguntas son oportunas en un momento en el que los problemas relacionados con la alimentación aumen­tan, lo que quizá se produzca por la poca atención que se presta al mundo del ser (la identidad, la vida emocional), y lo mucho que se privilegia el parecer (la imagen).

Fuente: I. Menéndez. Alimentación emocional

Cuál de éstas interrogantes te hizo ruido. plantéala aquí para darte información pertinente a tu necesidad de conocer sobre el asunto.

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